El aumento de la longevidad se ha conseguido sobre todo al convertir en enfermedades crónicas las causas de muerte, con las consiguientes repercusiones en la práctica médica. Cada vez son más las personas que tienen que ser atendidas por enfermedades que limitan su capacidad funcional y su vida, sobre todo, si experimentan dolor.
Existen muchos dolores (de causa conocida o no) que acompañan a las personas en su día a día, condicionando su estado de ánimo y su modo de vivir. La analgesia, la organización del sueño y el estado afectivo están regulados por procesos cerebrales comunes, de manera que no es extraño que las personas con dolor crónico presenten un patrón de sueño deteriorado y un estado de ánimo negativo, que disminuye su tolerancia al dolor. Un ejemplo de esta retroalimentación maligna es la fibromialgia, en la que los dolores de causa desconocida se asocian a cansancio, insomnio de fragmentación y estados depresivos, que hacen imposible el desempeño de una actividad regular.
La analgesia, la organización del sueño y el estado afectivo están regulados por procesos cerebrales comunes, de manera que no es extraño que las personas con dolor crónico presenten un patrón de sueño deteriorado y un estado de ánimo negativo, que disminuye su tolerancia al dolor
No es concebible un correcto tratamiento del dolor crónico sin una adecuada evaluación del estado psicopatológico de cada paciente. Los psicofármacos pueden potenciar el efecto de los analgésicos, reducir su consumo y mejorar considerablemente el estado de ánimo y la calidad de vida en general.
Con los pacientes afectos de dolores crónicos se hacen consideraciones parecidas a las que suscitan las personas de edad cuando están deprimidas. Como es lógico que estén deprimidas porque todo les duele y les queda poco, reciben más compasión que tratamientos.